viernes, 28 de febrero de 2014

La ciudad del fin del mundo, tercera entrega.

                                     Por: Gastón Sánchez
[…] Me quedaba poca batería en mi notebook, pero debía utilizarlo para buscar ayuda, tenía a mi novia desconsolada y a un extraño muriendo desangrado en el piso de mi departamento.
Busqué información sobre éstos acontecimientos y vi que un grupo solidario había tomado un colegio como su “base de operaciones” y que desde esa noche iban a repartir alimentos no perecederos a quienes se presenten, debía ser algo secreto.
Decidí que yo debía ir a buscar los alimentos para mi Juana, Enrique y para mí. Como todavía no confiaba al 100% en Enrique le di a Juana un cuchillo de mi cocina por si acaso, y le di órdenes precisas de que no abriera la puerta a nadie. Tomé un cuchillo yo también y lo escondí entre mi ropa, cubrí mi rostro y me escabullí por el patio trasero. Haciendo un hueco con mis manos entre la cerca de la casa del vecino y la mía, allí me deslicé para que nadie me viera, incluso el ladrido de los perros no me detuvo. Cuando estaba llegando a la esquina de mi casa vi a un auto de los “Boinas Rojas”, inmediatamente entré en pánico y comencé a correr en dirección opuesta, si volvía a mi casa iban a descubrir de donde venía y si me quedaba quieto iban a arrestarme, aunque eso debía haber hecho. Ellos me vieron y comenzaron a seguirme, uno de los “Boinas Rojas” sacó la mitad de su cuerpo hacia afuera del automóvil y tomando una escopeta comenzó a dispararme. El fuerte sonido de las balas me aturdieron y asustaron aún más de lo que ya estaba, como conocía bien el barrio me oculté en una casa, entre los arbustos. Vi como los “Boinas Rojas” me buscaban con sus perros entrenados y con las linternas, esas luces que parecían conducirme al mismo infierno.
Estaba en una posición física tan incómoda que mi tobillo comenzaba a doblarse, entonces tuve que moverme suavemente, pero los arbustos delataron dicho movimiento. Los “Boinas Rojas” me vieron y se dirigieron hacia mí, soltaron sus perros y éstos se dirigieron hasta los arbustos.

Sabía que estaba perdido.
                                                                                            -Continuará

No hay comentarios:

Publicar un comentario